Hablar de Portugal sin hablar de Lisboa es una tarea ardua, por no decir imposible. Lisboa es otro mundo dentro del país lusitano, desde el momento en que entras en la ciudad abandonas todo lo que había atrás y te adentras en un universo totalmente nuevo.
Es cierto que Lisboa no es París o Roma, no tiene grandes monumentos icónicos que reconocen todos los habitantes del planeta con un solo vistazo, tampoco sale en centenares de películas como Nueva York, ni es esa gran urbe capital del antiguo imperio que es Londres; admitámoslo, Lisboa no tiene todo eso. ¿O quizás sí?
Lo que sí es cierto es que Lisboa es única, con sus lugares imprescindibles, su atmósfera literaria que te hace sentir protagonista del más puro cine de autor, y ha sido la capital del mundo cuando el mundo globalizado y conectado, tal y como lo entendemos, comenzaba a nacer allá por el siglo XV.
¿Entonces? ¿Por qué Lisboa es todavía a día de hoy tan desconocida?
Porque a pesar del incipiente turismo que cada vez la masifica más, sigue conservando toda la esencia de Portugal en su personalidad tan única.
Puedes visitar las grandes capitales de cualquier país y no conocerás ese país, ni su cultura, ni su pensamiento, ni su gente, ni su forma de entender el mundo. Pero tú visitas Lisboa y entiendes Portugal, comprendes Portugal, sientes Portugal.
Por eso hoy, nos adentraremos en un lugar nuevo, descubriendo Lisboa y sus 5 visitas imprescindibles.
1 – EL CASTILLO DE SAN JORGE
El Castillo de San Jorge es uno de los iconos de la ciudad. Desde cualquier rincón del centro de Lisboa podrás admirar esta fortificación que vigila y custodia la ciudad desde hace siglos. En lo alto de una de las siete colinas que componen la ciudad, el castillo se yergue como bastión de la historia y alumbra la desembocadura del Tajo a su paso por la capital lisboeta.
Su origen se remonta al siglo V dC, construyéndose como fortificación visigoda, si bien existen yacimientos arqueológicos anteriores que datan del siglo I aC. Tras esto, el castillo pasó a ser un alcázar musulmán durante más de cuatrocientos años, hasta que las fuerzas del rey Alfonso I de Portugal conjuntamente con normandos, flamencos, alemanes e ingleses, lograron tomar el alcázar y conquistar Lisboa en el año 1147, al calor de la Segunda Cruzada.
A partir de este momento, el castillo pasó a ser residencia real en el 1255 y experimentar diversas modificaciones hasta que en el siglo XVIII comienza a ser abandonado. No será hasta el siglo XX cuando el castillo sea rehabilitado y abierto al público para su visita.
Como veis, el Castillo de San Jorge ha custodiado la ciudad desde su origen mismo, pues además ha sido el origen de uno de los primeros poblamientos de la zona al hallarse restos de asentamientos humanos en su emplazamiento datados del siglo VII aC.
Desde entonces ha protegido durante siglos la ciudad, convirtiéndose en un icono de ella para la población.
2 – LA PLAÇA DO COMÉRCIO
Visita obligada de Lisboa es la Plaça do Comércio. Esta, que es sin duda la plaza más importante de Lisboa, fue construida tras la reestructuración y reconstrucción urbana que experimentó la ciudad a manos del Marqués de Pombal tras el gran terremoto de 1755.
Se compone de un conjunto de edificios porticados en sus tres lados y que se abre en su cara sur al río, al Tajo. Esta fisionomía que puede resultar casual, es indudablemente una bonita metáfora del espíritu portugués incansable y explorador que durante años le ha llevado más allá de los límites conocidos del mundo. Hasta dónde ningún europeo se había atrevido a adentrarse y convirtiéndose en la primera potencia marítima y comercial de su tiempo.
El sur, como guía y ansia constante de superación, como un límite al que alcanzar por muy distante que pueda parecer, como un horizonte que se nos escapa de las manos, pero que siempre estará ahí para desafiarnos a nosotros mismos y llegar más allá, siempre más allá, hacia la luz en su máximo apogeo, hacia el río del tiempo, hacia el mar, hacia la eternidad.
Sin duda, todo esto puede ser mera casualidad, pero en una planificación urbana tan estudiada como la que se llevó a cabo en Lisboa, cualquier suposición, puede esconder con certeza una gran verdad, esperando a ser descubierta.
La Plaza del Comercio es, probablemente, una de las imágenes más insignes de Lisboa. Su claridad refleja todos los rayos del sol y crea un efecto de grandiosidad que ciega al visitante en su primer vistazo al pasar bajo el arco del triunfo que nos abre las puertas al Tajo.
Tras dar una vuelta por la plaza y ver la estatua ecuestre de José I, el rey portugués bajo el cual la ciudad de Lisboa renació de sus cenizas, debemos acercarnos a la orilla del Tajo. Allí podremos ver el Estuario del Tajo en toda su magnitud y sentarnos a sentir las olas meciéndose suavemente en la orilla al calor del sol.
Mi hora favorita para visitar este rincón de Lisboa es al atardecer, cuando podemos ver el sol descendiendo suavemente en el horizonte, con las siluetas del Puente del 25 de Abril y el Cristo Rey al fondo, y respirando la esencia más pura y auténtica de Portugal.
3 – LOS MIRADORES DE LISBOA
Hablar de los miradores de Lisboa daría para un artículo entero pues como dice el refrán: Para gustos hay colores. Y es que en pocas cosas hay tanta variedad para elegir en esta ciudad como en el caso de los miradores. Los hay más altos y más bajos, más luminosos y más sombríos, más visibles y más escondidos, más masificados y más solitarios.
Te imagines como te imagines los miradores, siempre habrá uno esperándote. He hecho paseos de tardes enteras, durante horas, en los que mi único objetivo ha sido ver todos los miradores posibles y haber fracasado en el intento, perdiendo la cuenta al décimo u onceavo mirador. ¡Y que conste que solo estaba explorando los miradores de uno de los lados del valle de Lisboa!
Dato curioso y bastante desconocido: Lisboa se extiende en el estuario del Tajo, pero la zona centro y sus colinas se perfilan en la sombras de un valle excavado por un antiguo río hoy ya olvidado y desaparecido bajo las toneladas de asfalto, baldosas y azulejos. Sin embargo, antiguamente estaba a la vista de todos y discurría por lo que actualmente es la Avenida da Liberdade. Desde muchos miradores podremos apreciar claramente el que fuera su desaparecido trazado.
Como decía, los miradores de Lisboa son todos diferentes y únicos, y resultaría imposible mencionarlos todos. Por ello dejaré que os quedéis con ganas de más y ya hablaremos en el futuro de todos ellos y así descubrimos juntos los rincones más desconocidos de Lisboa.
4 – LA TORRE DE BELÉM
Símbolo por excelencia del turismo de Portugal y, más concretamente, del turismo de Lisboa, la torre de Belém es uno de los iconos de esta ciudad.
Se encuentra ubicada en el barrio de Belém, casi en las afueras de Lisboa, por lo que tendremos que coger un tranvía, un bus o un cercanías para llegar allí (como siempre en Lisboa, la variedad para elegir ejemplifica perfectamente su diversidad y belleza).
Antiguamente la torre, construida en 1516 bajo el reinado de Manuel I de Portugal, sirvió como construcción defensiva para proteger el estuario del Tajo y como centro de recaudación de impuestos para todo el comercio que procedía de las colonias comerciales portuguesas. Hoy en día, es uno de los monumentos más visitados del país y objeto indudable de millones de selfies y fotografías anuales.
Pero no os asustéis, entre la vorágine de turistas podréis sobrevivir y aprovechar para pasear por la ribera del Tajo, mientras disfrutáis de fruta fresca (hay abundantes puestos por la zona) y os acercáis a nuestra siguiente visita imprescindible de Lisboa.
5 – EL MONASTERIO DE LOS JERÓNIMOS
Situado también en Belem es, sin duda, otra de las visitas imprescindibles de la capital lisboeta. De estilo manuelino (igual que la Torre de Belem, el Padrão dos Descobrimentos o muchos otros monumentos portugueses como la Iglesia de São Sebastião, de la que ya hablamos con anterioridad), fue fundado en el año 1501 por Manuel I de Portugal para conmemorar el triunfal regreso de la India del navegante Vasco de Gama.
Ubicado en la que anteriormente era la Ermida do Restelo, el monasterio es el ejemplo perfecto del gótico tardío portugués o manuelino. En el que destacan los motivos marineros como nudos, flora marina y anclas, que se conjugan con las figuras estilizadas y esbeltas características del recargado estilo gótico que arañaban el cielo en toda Europa por aquella época en todo su fasto y esplendor. Orgullo y ejemplo de la primera nación que llegaba a las indias y abría nuevas rutas comerciales, abriendo el primer paso al mundo conectado que conocemos hoy en día.
En la actualidad, el monasterio, anteriormente perteneciente a la Orden de San Jerónimo, es Patrimonio de la Humanidad y aloja en su interior el Museo Nacional de Arqueología y el Museo da Marinha. Además de la Iglesia de Santa María de Belém y de numerosos claustros y estancias que nos van guiando por toda la historia de Portugal y alojan en su interior tumbas de reyes y portugueses ilustres como Fernando Pessoa, el navegante Vasco da Gama y el poeta Luís de Camões.
CONCLUSIÓN
Como vemos, Lisboa es una ciudad que atrapa, te envuelve en su encanto y poco a poco y sin que te des cuenta va tejiendo todo su hechizo hasta que te ha enamorado perdidamente.
Sus grandes avenidas empedradas, sus callejuelas silenciosas y mágicas, sus mil colores y olores, y sobre todo su luz inconfundible al calor del murmullo del Tajo, convierten a la ciudad en un rincón mágico e imprescindible de Portugal. Allí te puedes sentir explorador, artista, poeta y actor de toda la función que hilvana la ciudad poco a poco con sus mil caras. Allí las colinas nos vigilan y nos guían en una montaña rusa de emociones e intimidad, arropándonos en su calidez y su húmeda saudade.
Allí los azulejos cobran vida y los tranvías te visitan en sueños mientras esperas sentado en alguna plaza o mirador, observando tranquilamente el discurrir del tiempo. Y allí, Portugal se abre ante ti, esperando a ser, por fin, descubierta a través de toda una ciudad y toda una nación que tiene siempre todo un universo que brindar al viajero que se atreve a conocer a la capital atlántica en todo su esplendor.
Porque Portugal es magia, si te atreves a ir siempre más allá.
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