Dos Museos en Tallin que te Sorprenderán

La verdad es que hoy día, cada vez que escuchamos la palabra «museo», miramos para el otro lado. Cuando estamos en casa, lo último que se nos ocurre es ir a visitar un museo y sin embargo, cuando estamos de viaje es como si nos hubiéramos pasado la vida dentro de uno. Que estás en París, pues al Louvre, que estás en San Petersburgo, pues al Hermitage. Y así, vamos paseando de pintura a pintura, mirando con atención, así como muy interesados y cuidando de que por ahí no se nos vaya a salir algún bostezo.

En general, si el arte no es algo que nos interese en particular, pues para qué perder el tiempo en un museo. Sin embargo, creo que hay más de una razón para visitar uno. Por mi parte, yo disfruto de un museo, y no solo por nerd que lo soy, sino porque me gustan los grandes espacios. Para mí, un museo es un laberinto de espacios y corredores con sorpresas que aguardan en cada esquina. Independientemente del arte, caminar alrededor y dentro de un museo es una experiencia en sí misma.

Es aquí donde encontramos el lugar perfecto para aprender más sobre el país que visitamos. Los museos tienen mensajes ocultos, no tanto en las exhibiciones pero en los edificios mismos.

El Palacio Kadriog

En lo que se refiere a museos, los Países Bálticos están a la altura de los mejores de Europa. En Letonia está el Palacio de Rúndale, diseñado por Bartolomeo Rastrelli, el mismo arquitecto que diseñó Hermitage en Rusia. Estonia por su lado, tiene el Palacio de Kadriog, que aunque no fuera diseñado por Rastrelli, fue igualmente propiedad de Pedro el Grande y un regalito para su esposa Catalina I, quién (de paso) era letona.

Hasta el día de hoy, el parque donde se localiza el Palacio de Kadriorg en Tallin es conocido como el Parque de Catalina. En Estonia, «Kadri» es el equivalente de Catalina. El parque se extiende sobre setenta hectáreas de terreno. Su construcción comenzó en 1718 y está dividido en áreas más o menos separadas: El Parque Inglés, los Jardines Superiores, los Canales, la Colina de las Rosas, el Estanque de los Cisnes y el Jardín Japonés.

La mejor época para visitar Kadriorg es entre Mayo a Septiembre, cuando el jardín se convierte en una explosión de colores y aromas. Es un viaje en el tiempo al siglo XVIII donde la vida se nos antoja «simple» y «natural».

Dentro del palacio encontraremos la colección de arte antiguo de Estonia, Rusia y Europa Occidental. Pero más allá de las obras de arte, es el edificio mismo el motivo de mi atención. Kadriorg es uno de los ejemplos que marcan el esfuerzo que emprendió Pedro el Grande para impulsar al imperio ruso en el mundo occidental.

Tal como hizo en San Petersburgo, Pedro el Grande continuó la expansión de Rusia a través de los Países Bálticos. Tan pronto consolidó su posición en Estonia el zar ordenó la construcción del palacio de Kadriog. El arquitecto en esta ocasión: Nicola Michetti. En los ojos de la nobleza Rusa, Italia tenía el mejor gusto en arquitectura de toda Europa. En términos de estilo en decorado interior, Francia sería el ejemplo a seguir.

El resultado final, entre la arquitectura italiana y la exacerbada decoración francesa, terminamos con una mezcla exagerada estilos que nos muestran una versión de Rusia que es más cercana a «disneyland» de lo que es de Rusia y que nos dice mucho de la personalidad del zar y muy poco acerca de los rusos mismos.

Aquí pasa algo muy curioso, en lo que se refiere a las actitudes de los estonios hacia su propia arquitectura. Por ejemplo, cuando se habla de la catedral ortodoxa Alexander Nevsky (construida en 1900), las opiniones en Tallin no podrían estar más divididas. Muchos la consideran una afrenta al Estado, un ejemplo de «rusificación» que debe ser extirpado. De hecho, han habido serios intentos de demolerla desde 1924.

Pero en lo que se refiere a Kadriorg, uno de los ejemplos de rusificación más patentes en Estonia, nada. A nadie le pasaría por el pensamiento la idea de demoler el palacio, mucho menos los jardines. Más aun, en 1924 cuando se propuso demoler Alexander Nevsky por primera vez, Kadriorg era la sede oficial del ejecutivo en Estonia.

Hasta ahora no he encontrado un estonio que me pueda explicar esta contradicción, pero imagino que de alguna manera Kadriorg se supo ganar el corazón de los habitantes de Tallin mientras que Alexander Nevsky no tuvo la misma suerte.

El Museo KUMU

A tan solo pasos del Palacio de Kadriog, se encuentra el Eesti Kunstimuuseum, o KUMU. El museo abrió sus puertas en 2006 para convertirse en la sede principal de Museos de Arte de Estonia. y que contiene una colección permanente de obras de arte desde el siglo XVIII hasta el año 1991. El museo también prepara exhibiciones temporales con muestras de arte contemporáneo local y extranjero.

Aparentemente a principios de los noventa, Tallin empezó a tener problemas de espacio para albergar la colección nacional de obras de arte. Se hacía necesaria una nueva sede con todas las facilidades modernas y además, si ya iban hacer la inversión, pues ¿por qué no construir un edificio emblemático que reflejara las aspiraciones de Estonia en la Europa post-soviética?

Tal parece que el tema de demostrar el ego nacional a través de la arquitectura no desapareció con Kadriorg y Pedro el Grande. KUMU le dio continuidad tres siglos más tarde. Y como para no dejar ninguna duda de ello ¿En dónde vienen a construir este nuevo monumento a la identidad nacional? Pues justo al lado del antiguo.

Sin embargo, el reto arquitectónico en esta ocasión (y que tomó trece años en solucionarse) no fue el de impresionar a Europa con un elaborado ejercicio estético, pero fue el de cómo integrar la arquitectura contemporánea del nuevo museo sin afectar los jardines adyacentes, patrimonio histórico del siglo XVIII, y más aun, las comunidades vecinas al nuevo museo.

La solución, un tanto extraña pero elegante, fue la de construir el edificio en un cercano acantilado de roca caliza. La estructura del acantilado, del lado norte, proporciona la muralla principal del museo, y a partir de allí, el resto de la estructura se desarrolla en una secuencia de terrazas que se pueden apreciar desde el lado sur.

Un museo escondido

Visto desde Kadriog, KUMU es casi invisible. Incluso si te acercas por las callejuelas inmediatas al museo, el edificio no parece más alto que los edificios vecinos que le rodean, y que son de apenas unos dos o tres pisos como máximo. La diferencia sin embargo, se ve cuando vienes del lado opuesto.

Incluso desde el lado sur, por la calle que da acceso al museo, KUMU permanece invisible. Es tan solo cuando dejamos el coche en el aparcamiento y atravesamos un pequeño portal de entrada, cuando finalmente nos encontramos con las verdaderas dimensiones del edifico. La palabra que mejor describe el tamaño de este museo es: Enorme.

La forma completa del edificio es tan solo visible desde el aire. El cuerpo principal forma un arco de unos 90 grados. El resto de las instalaciones, jardines y terrazas completan el círculo. ¿O es más bien una herradura? Definitivamente la forma es de un Stonehenge del siglo 21. Ya nos podemos imaginar académicos y exploradores que, 5000 años en un futuro, se harán la misma pregunta que se hicieran arqueólogos al llegar a Stonehenge por la primera vez: «¿Y qué c… es esto?»

Viendo el edificio desde diferentes ángulos, y tal vez debido a su naturaleza circular, KUMU nunca se ve igual. En lugar de uno, nos parece que estaríamos viendo cuatro o cinco edificios diferentes. No es de extrañar que en 2008, a tan solo dos años de su apertura, KUMU ganara el premio como el mejor museo de Europa. En sí mismo KUMU es una obra de arte. Una que nos permite perdernos en un interior geométricamente irreconciliable con la realidad.

Contrario a otros museos modernos del mundo, en donde el lenguaje arquitectónico es frío e industrial, edificios que parecen prótesis en el contexto urbano en el que se encuentran, KUMU es un lugar cálido y acogedor sin dejar de ser enorme y (extremadamente) contemporáneo. Un edificio que no es extraño al medio ambiente que le rodea, y al contrario, es parte integral y contribuyente a ese medio ambiente. Más que haber sido construido, este edificio da la impresión de haber sido tallado en la piedra caliza llenando de forma natural la cantera donde se encuentra.

¿Qué tienen en común Kadriorg y KUMU?

Entre Kadriorg y KUMU hay diferencias obvias. Empezando por la época en la que cada estructura fue concebida. Pero lo más importante a tomar en cuenta aquí son sus semejanzas. Principalmente en términos de la intención detrás de la construcción de cada uno. Ambos fueron concebidos con el fin de llevar un mensaje a Europa Occidental.

Kadriog nos habla de un dictador extravagante y autocrático que quiere sentirse aceptado por Europa. Es un ejercicio de propaganda. Es una cáscara elegante concebida para esconder la realidad en la que vivían miles de rusos: Una condición de servidumbre permanente tan solo comparable con la esclavitud y en una época, cuando en el resto de Europa los derechos civiles y la democracia ya se convertían en norma.

Contrario al mensaje rimbombante de Kadriog, KUMU nos habla de sustentabilidad, armonía y respeto. Nos dice que de los compromisos se pueden sacar grandes ventajas y que se puede ser grande sin ser avasallante. KUMU es la materialización de la voluntad de Estonia en formar parte del club europeo, pero no de manera pasiva, todo lo contrario.

Lo que le falta a Estonia en población o territorio le sobra en ideas. Hoy día, Estonia es uno de los países con la mayor densidad per cápita de startups de Europa, dejando atrás a los grandes como Alemania, Francia y Reino Unido. Mientras otros países de Europa cierran las puertas a extranjeros, Estonia abre sus puertas y el nuevo programa e-Residency demuestra el deseo de Estonia de recuperar los años perdidos en el comunismo, dar un salto al futuro y así servir de ejemplo a otras naciones de Europa.