Después de una pausa de un año desde nuestro último artículo sobre Portugal, por fin estamos aquí de nuevo, con pinceladas de Portugal.
El Covid nos ha puesto en stand-by a la hora de publicar, pero nunca a la hora de viajar. Viajes más pequeños, excursiones más cercanas, visitas de fin de semana, tours largos recorriendo todo el país… Siempre hemos logrado encontrar alguna manera para seguir viajando sin parar. Siempre hemos conseguido seguir con nuestra gran pasión: De viajar nunca se descansa, vivir viajando es una forma de vida. Eso no significa que estemos cada día en un nuevo lugar diferente sin podernos asentar en ningún lugar concreto, sino que vivimos viajando porque vivir de otra manera no sería una alternativa para nosotros. Vivimos viajando porque siempre que podemos estamos haciendo un nuevo viaje. Porque viajar nos hace felices.
Por eso, después de todo un año sin escribir, solo advertiros de que no hemos parado en todo este año y que se vienen muchos artículos sobre cientos de rincones nuevos por descubrir en este maravilloso país.
Pinceladas de Portugal es un pedacito de Portugal en vuestras manos, para volver a reconectar con el viaje con calma, paciencia y cuidado. Como las buenas relaciones. Queremos que el país Atlántico bañe vuestros pulmones y os invite a soñar. Que os perdáis en la imaginación. Que os dejéis acariciar por la brisa salada de ese mágico país. Playas, montes, acantilados, campos, pueblos, ciudades… Veremos un poco todo eso a lo largo de esta serie de artículos que nos guiarán a través de los recuerdos que nunca se vivieron.
No le damos más vueltas, con vosotros:
PINCELADAS DE PORTUGAL
Era una dulce tarde de invierno. Su mirada se perdía en la llanura cultivada del Alentejo, la tierra más allá del Tajo. Allí, todas las tonalidades de verde punteaban los campos y el paisaje hasta donde alcanzaba la vista. Hacía tiempo que la conquista de territorios musulmanes había terminado en el reino de Portugal. Más allá ya no había nada en la península. Pero el pueblo portugués es un pueblo de aventureros y viajeros. Había que encontrar una nueva salida que permitiese al país desarrollarse, superar las limitaciones territoriales y desarrollar un comercio incipiente que amenazaba con desestabilizar la corona ante las continuas e inevitables rivalidades entre la incipiente burguesía y la vieja nobleza feudal.
No todo podía estar ya en los mapas. Tenía que haber algo más allá en el infinito océano Atlántico. La tierra no podía limitarse a lo ya conocido.
Quizás fue por la pobreza del Alentejo o por los campos inmensos en los que los rostros campesinos se cuarteaban con el lento caminar del tiempo. Pero la gran era de las exploraciones nació en esas tierras inmensas que durante siglos fueron hijas de las luchas territoriales entre reinos peninsulares. Allí, en el Alentejo, las esperanzas de un mundo mejor se materializan, y allá donde el sol se pone, nace la aventura, el viaje y el afán irrenunciable por alcanzar la Tierra entera.
Lo que ocurriría más tarde todos los sabemos, Portugal se embarcó hasta los confines mismos del basto océano y si más hubiese, más lejos habrían llegado. Porque Portugal nació para viajar siempre más y más allá.
Pero hoy, en esta primera pincelada, nos vamos a perder en el Alentejo, la región más grande y a la vez más desconocida de todo el país lusitano. Tierra de campesinos, historia y leyendas. Paso de romanos, lusitanos, musulmanes, cristianos… Custodiada por castillos, fortalezas, alcázares… Protegida por ríos encajonados, bosques mediterráneos, fauna salvaje y atardeceres infinitos.
El Alentejo es un caleidoscopio de imágenes cálidas: en medio de mil colores, como un tapiz, los verdes campos, las blancas casas, los árboles pincelados, acompañan la melancolía y la poesía busca abrirse paso en cada verso lanzado al aire. Perderse en el Alentejo es perderse en uno mismo, abrirse desde dentro hacia afuera, perseguir ese reflejo de nosotros mismos y hallarnos. El Alentejo es un ejercicio de lectura, solo encontramos lo que ya llevamos dentro. Perseguimos lo que buscamos y buscamos lo que perseguimos.
Si vas al Alentejo buscando Historia, la encontrarás en cada pueblo, en cada villa. Si buscas Guerras, tendrás todo el paisaje adornado de fortalezas estrelladas que nos recuerdan la rivalidad entre castellanos y portugueses. Si atesoras la pasión por los parques naturales, tienes en tus manos la oportunidad de perderte por Mértola y todo el parque natural del valle del Guadiana. Si quieres gastronomía, tienes platos icónicos como los bitoques y las bifanas. Si quieres… si quieres ir al Alentejo buscando algo, lo encontrarás. Porque en el Alentejo habita la esencia más profunda y ancestral de Portugal. Esa que solo se puede hallar en el tiempo inmutable, las leyendas que forjan un país y las miradas de su gente que ocultan todos los tesoros que el turista fugaz nunca será capaz siquiera de desentrañar y descubrir.
El Alentejo es contraste, y mosaico, y lienzo y fotografía en blanco y negro.
Es el paisaje eterno, el paisaje sin final, es la vida y la muerte, el futuro y el pasado, lo eterno y el constante cambio. Quizás por eso, por toda esa vivacidad que se refleja en su más pura y profunda esencia, sea por lo que el Alentejo sea el paso imprescindible para embarcarse al Atlántico y llegar siempre más y más allá. Como exploradores y viajeros que ansían la brisa, la salitre del horizonte y la libertad.
Porque descubrir el Alentejo es descubrir Portugal.
¡Nos leemos!
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