Portugal es un país rico en paisajes y matices, un cruce constante de culturas y una variedad de pueblos y regiones que nunca dejarán de sorprenderte. Es por esto, por lo que conocer solo el Portugal continental es solo conocer una fracción de este país.
Así, hoy, cogeremos un avión para surcar el océano y desembarcar en el archipiélago de las Azores. Adéntrate con nosotros en este road trip para descubrir la isla de São Miguel.
SÃO MIGUEL
Lo primero que tenemos que tener claro es que adentrarnos en las Azores es sumergirnos en una faceta totalmente diferente al resto de Portugal: el paisaje alterna los grandes cráteres con el minifundismo, las cumbres son oasis de bosques, los constantes prados cobijan centenares de vacas cuya leche es una de las principales exportaciones de la isla y la incesante actividad volcánica todavía latente sustenta toda una serie de fumarolas y termas de los que pronto el ser humano supo aprovecharse. Las poblaciones son en general pequeñas e introspectivas, pero sus fervorosas gentes saben ser hospitalarias y acoger con los brazos abiertos a los viajeros y visitantes, probablemente porque no hace muchos cientos de años ellos fueron también foráneos buscando un nuevo hogar.
Y es que la historia de la isla, y la de las Azores en conjunto, se remonta al siglo XV, a la época de los descubrimientos, cuando los expertos marinos portugueses se toparon con este conjunto de islas y arribaron a ellas entre el año 1427 y 1431, comenzando un lento pero constante proceso de colonización que pronto serviría de cabeza de puente y etapa de descanso para las largas travesías atlánticas que serían cada vez más frecuentes entre el viejo y el nuevo continente.
Así, Azores pronto se convirtió en un cruce de culturas que forjó su actual identidad que da la bienvenida a cualquiera que busque descubrir las maravillas de la zona.
De este modo fue nuestro viaje, y como los antiguos europeos, tras un largo viaje, pronto llegamos a São Miguel. Allí decidimos alquilar un coche para poder adentrarnos en todos los rincones de la isla con plena libertad durante los próximos dos días que nos esperaban.
Día 1
Lo primero que decidimos conocer fue la ciudad donde nos alojamos: Ponta Delgada. La ciudad más grande de la isla y donde se ubica el aeropuerto. Acércate a la costa y visita su Fuerte de São Bras, continúa el paseo y admira el puerto hasta llegar a las Portas da Cidade y la Iglesia de São Sebastião, una joya del gótico tardío portugués o manuelino. Este estilo tan único y portugués podemos encontrarlo en monumentos tan famosos como Los Jerónimos y la Torre de Belem (Lisboa) y se caracteriza por mezclar elementos típicos de la arquitectura y escultura góticas con figuras decorativas propias del mar y de la navegación como pueden ser nudos náuticos, redes, conchas, algas… creando así una corriente artística única en el mundo, reflejo de la identidad y grandeza portuguesa y su dominio del mar durante la época de los descubrimientos.
Nuestra siguiente parada fueron la Lagoa das Empadadas y la Lago de Eguas, para acercarnos posteriormente hasta la Lagoa do Canario, que bien valen todas ellas una visita y un paseo por sus orillas, aunque sea brevemente.
A continuación nos acercamos al Mirador do Cerrado das Freiras desde donde admirareis las vistas del cráter de Sete Cidades, uno de los mayores cráteres de la isla, hogar actual de la Lagoa Verde y la Lagoa Azul, llamadas así por su llamativa diferencia de tonalidades en el color de sus aguas.
Antes de descender, acercaos al Pico do Rei, desde donde tendréis unas vistas impresionantes si el tiempo acompaña. Tras esto descended por el cráter hasta llegar a las orilla de la Lagoa Verde y Azul y pasead por el puente que las separa. En ese mismo pueblo, Sete Cidades, id hasta su única iglesia, la Iglesia de São Nicolau, el ejemplo perfecto de la arquitectura religiosa de la isla.
Ahora subid por la carretera y ascended la ladera del extinto volcán, pronto veréis el mar y allí en lo alto del Mirador da Lomba do Vasco tendréis una perspectiva diferente de la isla. Será entonces el momento de acercarse a Mosteiros. Ese pequeño pueblo costero, al pie del Atlántico, es el lugar ideal para detenerse a comer. Junto a las Piscinas Naturais de Caneiros podréis disfrutar de la brisa marina, del sol y de las vistas con los Islotes de Mosteiros.
¡E indudablemente de un buen baño si hace la temperatura suficiente!
Un buen rato después, y ya con las pilas cargadas, es el momento de llegar al Mirador de Ilha Sabrina, donde además del Farol da Ponta da Ferraria contemplaremos la fosilización de las diferentes coladas de lava que componen los estratos geológicos de esa zona de So Miguel. Nos encontramos en el punto más occidental de la isla, el Atlántico se abre ante nosotros y no podemos hacer otra cosa que sentirnos pequeños ante toda su inmensidad y magnitud.
Ahora descenderemos por la carretera Caminho de Ilha Sabrina. El topónimo es herencia de una interesante historia que bien merece la ocasión para que nos detengamos en nuestro viaje y la relatemos:
Como ya dijimos anteriormente, la actividad volcánica de la isla todavía no ha cesado, eso ha llevado a diversos episodios eruptivos como el que nos atañe. Y es que en 1811, una erupción marina hizo aflorar una isla que fue bautizada como Ilha de Sabrina. La soberanía de la isla generó un conflicto diplomático entre portugueses e ingleses, para finalmente sumergirse de nuevo un par de meses después sin dejar rastro en la superficie.
Ha sido esta la última erupción de la isla, pero ¿quién sabe? Puede que pronto el archipiélago tenga algún día una nueva isla.
Continuando nuestra visita y aprovechando la hora de bajamar, nos acercamos andando hasta la Piscina Natural da Ponta da Ferraria, un brazo de mar que entra entre las rocas de la isla y en el que existen afloramientos de aguas termales, creando así una de las pocas termas del mundo en la que puedes bañarte en el mar. Una experiencia única, y si coincide con el atardecer, como nos ocurrió a nosotros, el espectáculo está garantizado.
Día 2
Nuestro segundo día estuvo destinado a ver la otra mitad de la isla.
Nuestra recomendación para disfrutar al máximo de São Miguel es dedicarle al menos una semana, pero si os ocurre como nos ocurrió a nosotros que nuestro viaje fue solo una escapada de fin de semana, no os preocupéis, porque os da tiempo a conocer los lugares más impresionantes e icónicos de la isla.
Nuestra primera parada fue el Mirador de Pico da Vara, desde donde se puede contemplar toda la mitad occidental de la isla por un lado y la Lagoa do Fogo por el otro, una enorme laguna alojada en el interior de un cráter.
Continuando la ruta por la carretera llegaréis a las termas de Caldeira Velha, por 4 euros podréis visitarlas y por 8 adquirir la entrada que os permite también el baño en ellas. No os lo penséis mucho y elegid esta segunda opción, la visita con baño promete.
Este conjunto termal tiene varias pozas entre 32ºC y 36ºC, una fumarola y una poza termal con cascada donde la foto es casi una obligación ¡y si no os lo creéis vedlo por vosotros mismos!
Además, después del baño relajante, nos acercamos al centro de interpretación de la isla que se encuentra en el mismo recinto. Por si fuera poco, el valle es impresionante, con helechos gigantes de más de cinco metros de altura y un frondoso bosque primigenio de laurisilva.
Como ya iba siendo la hora de comer, fuimos hasta Maia para conocer este pequeño pueblito costero y admirar las vistas escarpadas de los acantilados que se abren a ambos lados del pueblo.
Por cierto, cuidado con las vacas, nos acercamos demasiado a un ternero y se molestaron claramente un poco con nosotros. Pero sobrevivimos, así que pudimos continuar nuestro tour e ir a Furnas, un pueblo en el interior de un gran cráter.
Aviso a navegantes, visitar São Miguel y no visitar Furnas es como visitar Lisboa y no acercarse a uno de sus miradores, puedes disfrutar del viaje, pero te estarás perdiendo algo totalmente impresionante.
El pueblo de Furnas recibe su nombre de las abundantes fumarolas o furnas que se encuentran en la localidad. Estas son el resultado de escapes de vapor y azufre del interior volcánico y, además, en este caso vienen acompañadas de aguas termales que pueden llegar a alcanzar los 100ºC. Incluso hay alcantarillas que expulsan vapor debido al calor de la piedra en algunas zonas.
Nosotros fuimos casi en Navidades, así que entre el humo de las fumarolas podías ver figuras de un belén de madera. Algo curioso de ver.
Aunque nosotros no tuvimos la oportunidad, debéis ir a algún restaurante y probar el famoso Cocido de Furnas, que se hace con el calor de las propias furnas. Y probad también el pan levedo, un pan dulzón artesanal que se elabora también allí. Este sí lo probamos y, la verdad, es que está bien rico.
Tras un buen rato admirando asombrados el espectáculo de las furnas, decidimos continuar nuestra ruta por las sinuosas carreteras de la isla y aprovechar los últimos rayos de sol, de modo que nos acercamos a Povoação.
Povoação recibe este nombre por haber sido la primera población de la isla cuando desembarcaron los descubridores portugueses en la isla en el año 1439 y pronto comenzó a ser colonizada por habitantes de la Estremadura, el Algarve y el Alentejo.
El pueblo es pequeñito y se recorre rápidamente, pero la verdad es que tenía un silencioso encanto que, encajonado entre los acantilados, me recordaba a Sesimbra o a Sinés y su paseo marítimo (ambas localidades en el centro-sur de Portugal).
Su alumbrado y decoración navideña, lejos de grandes ostentaciones, era recatado y entrañable, lo que acentuaba el encanto de Povoação.
Por último y para terminar el día y nuestro viaje por Azores, decidimos acercarnos hasta Ribeira Grande y conocer así, la mayor urbe de la isla después de Ponta Delgada. Nosotros no pudimos disfrutarla en su plenitud debido a la oscuridad de la noche, pero sus callejuelas empedradas y su sinuoso trazado a orillas del rumor del mar te hacían sentir al calor luminoso de Tavira, en el Algarve. Si tenéis suerte y os da tiempo, id a ver el atardecer allí, la luz promete tener una calidez preciosa.
CONCLUSIÓN
Azores es un mundo aparte de Portugal; tan semejante y tan distinta, São Miguel es la conjunción perfecta entre naturaleza salvaje y paisaje humano, entre bosques primitivos y prados atlánticos, entre cielo azul cambiante y mar embravecido, entre lagoas frías y relucientes y termas calientes y sulfurosas. São Miguel es eso, ese equilibrio y contradicción constante entre dos mundos, y allí, en esa magnitud y majestuosidad en medio del Atlántico, tú te sientes un explorador más descubriendo las auténticas, profundas y desconocidas maravillas de Portugal.
¡Nos leemos!
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